El 23 de abril por estos lares celebramos el Día del Libro. Así que toca hablar de literatura. Rara vez llega a conocerse al traductor. Y, sin embargo, la magia de internet permite ahora que el lector pueda conocer a quien nos presenta en nuestra propia lengua los textos con los que aprendemos, disfrutamos o soñamos. Acabo de descubrir al sevillano Antonio Rivero, “poeta, viajero y traductor de textos que merecen la pena”, como él mismo se presenta. Estudioso del gaélico y de las literaturas célticas, acaba de traducir del irlandés La boca pobre, de Flann O’Brien (Nórdica, 2008). Y, además, es bloggero. Os recomiendo Fuego con Nieve. Realmente admirable.
Precisamente iba a hablar un día de estos en Innisfree sobre La boca pobre. Qué mejor que reproducir lo que dice Antonio en su blog:
La boca pobre, segunda novela que escribió Flann O’Brien, es la más divertida de las obras de este maravilloso autor irlandés. Fue publicada en gaélico en 1941 y en 1964 se tradujo al inglés. Para esta edición el texto ha sido traducido del gaélico. La novela es una crítica de la situación en la que se encontraba la población rural irlandesa a mediados del siglo XX. Trata sobre la identidad, real o impostada, y el título de La boca pobre alude a una expresión gaélica que hace referencia a cargar las tintas sobre la pobreza y las penurias que se padecen, con objeto de obtener compasión y lástima, y los beneficios que estas reportan. Aquí todos buscan ser lo que no son. La sátira fue siempre un elemento muy presente en la tradición gaélica, desde la poesía medieval al espléndido y dieciochesco Tribunal de la medianoche. Flann O’Brien lo sabía y contribuyó al género con esta estupenda novela.
«La boca pobre es una especie de réquiem en sordina por un idioma en vías de desaparecer, y por los últimos pobladores que aún lo hablaban, descendientes de reyes guerreros y poetas prodigiosos, degradados a una condición donde la diferencia entre su vida y la de los cerdos cuya crianza los mantenía era apenas perceptible». (Sergio Pitol).
También podemos abrir boca con la crítica que firma Ricardo Menéndez Salmón en el diario español ABC:
Si no el mayor, Irlanda constituye uno de los más grandes y hermosos enigmas de la historia de la literatura universal. No en vano, «la isla santa y sabia», un país con un peso político y económico no demasiado notable, tradicionalmente aplastado por el fanatismo religioso y por el expansionismo inglés, ha regalado a la literatura un puñado de nombres extraordinarios, casos de Swift, Yeats, Wilde, Joyce, Beckett o Heaney, sin olvidar que, aunque por azar, uno de los más singulares escritores de todos los tiempos, el clérigo Laurence Sterne, nació en suelo irlandés. Acaso la razón de tan prodigiosa fecundidad deba buscarse, independientemente del carácter espurio o no de la anécdota, en la respuesta que Beckett ofreció cuando fue interrogado a propósito de esa floración de artistas inspirados: «Cuando la mierda te llega al cuello», dicen que dijo el autor de Malone muere, «lo único que puedes hacer es cantar».
Un tanto oscurecido por la brillantez de semejante nómina, Flann O’Brien, cuya obra está siendo felizmente traducida a nuestra lengua en los últimos tiempos, merece ser considerado como un igual junto a los autores mencionados, entre otras cosas por compartir con todos ellos un rasgo eminentemente irlandés: un humor desopilante aunque teñido siempre de amargura. La última obra que de O’Brien nos llega es la hilarante y esperpéntica La boca pobre (Nórdica Libros), en traducción del gaélico de Antonio Rivero Taravillo, quien en 2005 nos regaló la posibilidad de leer a otro irlandés genial, Jamie O’Neill, y su extraordinaria Nadan dos chicos, novela que toma su título precisamente de una obra de su compatriota O’Brien.
La boca pobre, no en vano subtitulada «Un mal relato sobre el malvivir», es una narración capaz de convertir lo terrible (el hambre atroz, la agresión del clima, la brutalidad de la ignorancia) en risible, demostrando una vez más cómo el sentido del humor es uno de los bisturíes de excepción a la hora de diseccionar el cuerpo de las sociedades, un estupendo guía si se desea establecer un juicio certero sobre el mundo y, como escribió Rosa Sala Rose en su ensayo El misterioso caso alemán, «el gran mediador en el colapso que se produce entre lo real y lo ideal».
«Mi hambre tiene hambre», confiesa Bonaparte Ó Cúnasa, incansable comedor de patatas e impagable narrador de La boca pobre tras una de sus múltiples desventuras. Si ustedes tienen hambre de un libro distinto, échense a la boca este inolvidable pedazo de historia irlandesa.
Tengo en la estantería de Libros-Pendientes-De Leer dos de este autor: «En nadar dos pájaros» Y «El tercer policía», y siempre me surge alguna lectura que me impide ponerme con ellos. Necesito que al día le doblen las horas.
Voy a añadir a la estantería este que nos recomiendas.
Un abrazo.