A primeros de noviembre anduvo por Dublín el escritor gallego (y aragonés de adopción) Antón Castro, participando en una mesa redonda sobre «Migraciones, exilios», dentro de la Semana de Letras del Instituto Cervantes en la capital irlandesa, bajo el sugerente título de «Mochilas y maletas. Geografías mutantes». Aprovechó la corta estancia para comprobar cómo los taxistas «a cualquier hora del día, te ofrecen una cartografía minuciosa de sus rincones favoritos [de los grandes escritores irlandeses]: recuerdan dónde están sus estatuas y sus distintas casas, cuáles fueron los colegios en que estudiaron, la torre a la que asomaba Joyce en los crepúsculos de llovizna e incluso la farmacia donde se encontró con Nora Barnacle«. Y también para contemplar un retrato del aragonés universal Francisco de Goya expuesto en la National Gallery, tal como nos cuenta en su blog. Y también para componer este bello poema que aquí comparto en nuestro condado 33 virtual de la hibernosfera:
.
DUBLÍN
(Antón Castro)
.
Muchas veces había soñado con Irlanda.
Había repasado las páginas de James Joyce: hubo un tiempo de incertidumbre
en que soñaba con sus poemas manzanas, con su obsceno amor
hacia Nora Barnacle, con aquella mujer de palpitante seda
que evocaba a un novio muerto mientras caía la nieve.
.
Cuando estaba a punto de irme de casa, me sentí como el caudillo Brigo:
habría querido tener navíos o caballos para adentrarme en la niebla del mar
y cantar las viejas canciones como un bardo insomne.
.
Cuando llegué a Dublín tuve la sensación de que había llegado a una patria
de los sueños, a un solar antiguo, a un bosque de lloviznas.
Vacié la maleta y colgué el sombrero marrón de mi padre.
¡Cuántas veces, me dije, he viajado con las páginas de Wilde, con Yeats,
con el indolente Beckett, tan solitario como un monstruo en su silencio!
¡Cuántas veces he trazado en mi cabeza la estela de los recuerdos
inventados, el camino al más allá de todos los naufragios!
.
Salí a caminar por Dublín. Bajo la lluvia, con el frío de todas las estaciones
en el fondo del alma. Avancé de aquí para allá, en busca de las viejas sombras,
en pos de las palabras encendidas de mis pesadillas.
Al doblar una esquina, una joven me paró, me arrebató el sombrero
y me dijo: “Míreme. No busque más. Ya ha encontrado lo que buscaba:
mi antepasada Lady Gregory me dijo que un día vendría a buscarme”.
Me despisto un poco y te adelantas. Yo también pensaba subirlo un día de éstos.
Me gusta el poema, es muy dublinés.
Lo ha escrito alguien que conoce el sonido de la lluvia, la poesía y los horizontes esmeraldas.
Kisses,
Marta