Las fotos, tipo carnet de identidad, de los 15 miembros del Gobierno irlandés ocupaban la portada del Sunday Independent. Debajo de los rostros, un titular resumía la ira nacional. «Habéis mentido, nos habéis traicionado, por el bien de Irlanda, marchaos ahora mismo». Los ciudadanos están indignados con el primer ministro Brian Cowen y sus ministros, por ocultar las dimensiones de la catástrofe.
Tan sólo 24 horas después de que el Ejecutivo de Cowen solicitara oficialmente una línea de crédito a sus socios europeos y el Fondo Monetario Internacional -que rondará los 80.000 millones de euros-, el Partido Verde, socio minoritario de coalición, ha exigido la convocatoria de elecciones anticipadas para principios del próximo año. «La última semana ha sido traumática para el pueblo irlandés, que se siente engañado y traicionado», ha dicho hoy el líder verde, John Gormley, cuyos seis diputados son indispensables para garantizar la mayoría de Gobierno. El también ministro de Medio Ambiente intenta de este modo desmarcarse de la impopularidad del Gobierno, en un contexto de desánimo general que percibe la ayuda exterior como una cesión de soberanía y toda una humillación nacional.
Sólo está garantizada la estabilidad del Gobierno mientras se negocia el plan de rescate con la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. El Taoiseach (primer ministro irlandés) también podrá contar con los votos del Partido Verde para aprobar el proyecto de ahorro presupuestario que presentará el próximo miércoles con el objetivo de reducir el déficit del 32% del PIB hasta el 3% en los próximos cuatro años.
Las medidas de austeridad anunciadas por el Gobierno supondrán profundos recortes sociales, la congelación de los salarios y una subida de impuestos para los contribuyentes de este país que llegó a disfrutar de una de las rentas per cápita más altas de Europa antes del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Cowen confía en sacar adelante ese paquete, que contempla un recorte de 6.000 millones de euros en el gasto público combinado con un ahorro de 15.000 millones, cuando se someta a votación en el Parlamento el 7 de diciembre. Para entonces, la ajustada mayoría con la que cuenta la coalición de Gobierno probablemente se haya reducido a dos diputados. Porque todos los sondeos coinciden en que el Fianna Fáil perderá uno de sus escaños a manos del Sinn Féin tras la elección parcial que se celebra el próximo jueves en la circunscripción de Donegal Sudoeste.
Y para alimentar la incertidumbre, dos diputados independientes que apoyan al Gobierno han sugerido hoy que su voto al plan de recortes no está garantizado.
Humillación
Durante décadas el hijo predilecto de la UE y principal beneficiario de sus fondos de cohesión, Irlanda ve ahora el lado oscuro de Europa y es castigada por desafiar a sus padres y obligarles a aplazar la ratificación de los tratados de Lisboa y Niza hasta arrancar concesiones para poder aprobarlos en referéndum.
También por la avaricia, los excesos y la incompetencia de sus políticos, banqueros, constructores, abogados, auditores y agentes de la propiedad inmobiliaria, que alimentaron una burbuja de jabón que al explotar ha parecido una bomba atómica.
«¿Cuál es la situación en Irlanda? Dicho en dos palabras, que trescientas personas viven como estrellas del rock mientras los cuatro millones restantes pagamos sus facturas. Lo que ha pasado es que se ha convertido en un Estado híbrido entre el socialismo y el capitalismo más salvaje; paradójicamente socialista para los bancos que nos han llevado a la ruina, y epítome del libre mercado para todos los demás». Así de rotundo se lamenta Eamon Casey, gerente de un céntrico hotel de Dublín que tal vez tenga que cerrar por culpa de la recesión.
Los irlandeses afrontan el inminente «rescate a la griega» y la instalación en las oficinas del Ministerio de Finanzas de los interventores del Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional con una serie de sentimientos contradictorios: ira por la pérdida de soberanía que ello va a significar inevitablemente, alivio por la llegada de «gestores eficaces que saben lo que se traen entre manos», el sentimiento de culpa rayano en el masoquismo y la autoflagelación típico de una sociedad católica. Y sobre todo, furia con sus dirigentes, y en especial con los nacionalistas de centroderecha del Fianna Fáil, el partido tradicional del poder que ha gobernado casi sin interrupción en la isla en los últimos noventa años.
«Al final resulta que nuestros héroes murieron en la guerra contra Inglaterra tan sólo para acabar entregando voluntariamente la independencia a Bruselas, Washington y Frankfurt nueve décadas después», ha escrito en un devastador editorial The Irish Times, el principal diario del país.
Que Gran Bretaña, antigua potencia colonial, vaya a ser parte del equipo de rescate resulta particularmente doloroso.
La crisis ha revolucionado el mapa político de Irlanda, hasta el punto de que el líder del Sinn Féin, Gerry Adams, ha anunciado que renunciará en breve a sus escaños en Westminster y Stormont para presentarse como diputado al Dáil (Parlamento) por Louth -condado fronterizo con el Ulster-. Las encuestas sugieren que no anda desencaminado, y que el descontento popular con toda la clase política va a producir un vuelco en las próximas elecciones generales, que en teoría no tienen que celebrarse hasta la primavera del 2012, pero es probable que tengan que ser adelantadas por un precario gobierno de coalición entre Fianna Fáil y los Verdes.
La perspectiva de un vuelco político no es sorprendente si se tienen en cuenta los datos: un déficit que equivale al 32% del PIB, un paro del 13% (30% entre los jóvenes), un agujero de 50.000 millones de euros en los bancos, un plan de austeridad que contempla una reducción de hasta el 20% en los salarios del sector público y el virtual desmantelamiento del Estado del bienestar. Y hay más, un cuarto de millón de viviendas y oficinas a medio construir y doscientas mil familias cuyas hipotecas valen más que su propiedad, impuestos más altos, mil quinientos pubs cerrados, emigración masiva, crecimiento anémico y corrupción a gran escala.
[Fuentes: El País, La Vanguardia, El Periódico…]
La pregunta de siempre:»¿Qué es mayor delito,atracar un banco o fundarlo?».
Leo que incluso Eric Cantona se ha hecho «antisistema»…
¿Porqué no se indignaron así cuando los bancos irlandeses se dedicaron a políticas suicidas? ¿Y cuándo el gobierno irlandés se dedicó a subvencionar a los bancos con dinero público sin ni siquiera molestarse en echarle un vistazo a sus cuentas? Comprendo que los irlandeses estén jodidos, pero deben asumir su parte de responsabilidad en la situación al votar durante los últimos 20 años a unos políticos incompetentes vendidos al capital.
Hombre, también es verdad que el partido del gobierno, Fianna Fáil, lleva hundiéndose en las encuestas desde hace casi dos años, pasando de ser el partido hegemónico a quedar relegado al tercer lugar. Y el batacazo de las municipales y europeas de junio de 2009 fue de aúpa. Así que parece que los irlandeses ya llevaban mucho tiempo indignados. La novedad es que ahora el FF se ha visto abandonado por la prensa en general, así como por varios diputados independientes y por el Partido Verde que le apoyaban, pero que ahora quieren huír de la quema.
Por lo demás, ciertamente los ciudadanos que especulaban con pisos y todo eso duarnte los años del Tigre Celta (o del milagro español, que tanto da) entonces no se quejaban. Como es natural.