El próximo 31 de mayo los ciudadanos de la República de Irlanda votarán en referéndum si ratifican o no el Tratado intergubernamental de la Austeridad impuesto en la Unión Europea por el directorio Merkel-Sarkozy. Irlanda debe convocar referéndums por sentencia judicial (como ya comentamos en este blog). Las encuestas pronostican el triunfo del Sí, defendido por casi todos los partidos (salvo el Sinn Féin y los grupos minoritarios de la izquierda). Sin embargo, la victoria de Hollande en Francia y el auge de la izquierda radical en Grecia pone en cuestión la receta de la austeridad, abre la puerta a estrategias de crecimiento y da el protagonismo a los problemas de los ciudadanos y no a los mercados. Incluyo aquí una interesante artículo de dos profesores de la Universidad irlandesa, publicado en The Guardian, traducido por Lucas Antón para Sinpermiso y encontrado gracias a Rebelión.
A Irlanda le llega el turno de rechazar las fantasías de austeridad
Gavan Titley y John O’ Brennan
The Guardian
Francia y Grecia han demostrado que es posible resistirse a esta ideología. Este mes pueden ser también los irlandeses los que voten por dejar de ‘comportarse’
Con el fin de afirmar su lealtad a Europa, la élite política irlandesa ha decidido que lo mejor es no prestar demasiada atención a la realidad europea. La «austeridad» puede que sea, como sostuvo recientemente Joseph Stiglitz, un «desastre europeo de factura humana», pero el gobierno de coalición del Fine Gael y los laboristas juega a situar a Irlanda como alumno modelo del experimento ampliado de Frankfurt y Berlín de negación de desastres. Que la reducción neoliberal mediante recortes y «reformas» orientadas al mercado empujaría a la recesión hacia la depresión lleva siendo evidente desde hace mucho, pero la estrategia oficial ha consistido en situar la austeridad en un dominio más allá de la política como sacrificio compartido necesario para devolver la «confianza» a los inversores.
La confianza es una propiedad esquiva, pues el coste de los préstamos irlandeses sigue siendo mucho más elevado que los de Italia y España, y las políticas de «reducción fiscal» no han producido un cambio en lo fundamental de la economía irlandesa tras cuatro años de purgatorio presupuestario y sufrimiento social. La implacable fantasía se ha resistido, por supuesto, a la evidencia, pero el decisivo rechazo político del fetichismo de la austeridad por parte del electorado francés y griego ha abierto un espacio democrático de resistencia en un momento en el que se está configurando la oposición popular en Irlanda, y justo semanas antes del referéndum del 31 de mayo sobre el tratado fiscal de la UE. La plataforma del «vota sí por la estabilidad» se enfrenta ahora a la difícil tarea de identificar la «estabilidad» que espera que apruebe el electorado.
De cualquier modo, parece que el lastre de la estabilidad lo aportará la producción de miedo, pues la campaña del sí ha encuadrado el voto en una elección existencial para Irlanda. El tratado fiscal proporcionará un cimiento para la recuperación y la futura estabilidad, mientras que el voto del no resultaría catastrófico, y pondría al país fuera del Mecanismo de Estabilidad Europeo (MES) – la soga de salvamento de la UE para los estados agobiados por las deudas – y por tanto incapaz de financiar servicios públicos. El voto del no dañaría la reputación de Irlanda en Bruselas y le restaría atractivo como destino de la inversión extranjera directa norteamericana.
El problema del sí es que debe engatusar a un electorado cansado para acceder al «cerrojazo» constitucional de la austeridad precisamente en el momento que su naturaleza ideológica queda completamente al descubierto. El ajuste fiscal inmediato ha acelerado la tasa de contracción en Irlanda, pues la subida de impuestos y el descenso del gasto han reducido los ingresos disponibles y la demanda agregada. Lejos de alentar un retorno al crecimiento, Irlanda se encuentra hoy en su quinto año de durísimos recortes presupuestarios.
No habrá prácticamente crecimiento en 2012, y las cifras del mismo Fondo Monetario Internacional muestran que habrá aumentado, y no caído, el ratio de deuda, en todos los años entre 2008 y 2013 en Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España. Las alucinantes estadísticas de desempleo juvenil en Grecia y España son ya bien conocidas, y en Irlanda la cifra de más del 30% se mantiene artificialmente baja debido a los elevados niveles de emigración.
El FMI prevé que la economía se contraiga este año, en términos reales, en Grecia, Italia, Portugal y España, mientras Irlanda lucha por alcanzar un 0,5% de crecimiento. Los arquitectos del tratado fiscal levantado apresuradamente esperan comprometer a estos países – y a Irlanda, una vez se haya superado su pintoresco apego al ritual democrático – a restricciones legales en el control ya insignificante sobre la economía. El tratado reducirá la supervisión nacional de la política presupuestaria y grabará en la Constitución irlandesa medidas abstractas y enormemente politizadas como el «déficit estructural».
Pese a todos los compromisos públicos probablemente cosméticos con medidas de crecimiento anunciados tras la elección de François Hollande, este paquete de medidas conducirá casi con toda certeza a un mayor desempleo, acelerará aun más la deflación y aumentará el peso substantivo de la deuda. Tal como lo resume Terrence McDonough, profesor de Economía en la Universidad Nacional de Irlanda (UNI) en Galway: «Tómese un país en lo más hondo de una depresión. Forcémoslo a llevar a cabo recortes presupuestarios y aumentos de impuestos año tras año tras año. Obliguemos a la misma política a sus vecinos y socios comerciales. Mantengamos esto en un futuro previsible y esperemos que tenga como resultado la estabilidad, la confianza y la recuperación. Se trata de un experimento peligroso, absolutamente sin precedentes históricos”. [1] Supone también un experimento destinado a normalizar aun más la socialización de la masiva deuda especulativa del sector bancario.
Mientras los acontecimientos europeos colocan más afiladamente el centro de atención sobre este referéndum, esto tiene lugar también en un momento en el que ha comenzado a surgir, si no a formarse, una resistencia interna a la austeridad. Un lugar común en la cobertura de la crisis ha consistido en que Irlanda ha absorbido pasivamente los recortes, con el estribillo de élite de «no somos Grecia, nos comportaremos» que tiene su espejo en la consigna de los manifestantes griegos de que «no somos irlandeses, resistiremos». Sin embargo, el reciente boicot a un impuesto sobre la vivienda, por el que la mitad de los propietarios se negaron a pagar un impuesto fijo sobre la propiedad, sugiere que el rechazo de las políticas de austeridad se extiende más allá de la resistencia organizada de los grupos comunitarios y partidos de izquierda.
La oposición a un impuesto sobre la propiedad puede parecer una vía un tanto inusual para la política progresista, pero es que se aplicó igualmente a las mansiones que a la carga de patrimonio negativo que constituye el tangible legado del periodo de auge para decenas de miles de personas. A la gente que lucha por arreglárselas frente a la repercusión conjunta del recorte de servicios, la pérdida salarial y el desempleo se le informó de modo regular de que «100 euros no es mucho dinero» (y en cierto sentido no lo es, cuando se lo tiran a la deuda bancaria socializada que en última instancia estaba destinada a servir). Resulta difícil prever cómo se desarrollará en el referéndum este rechazo colectivo, pero el mantra de que «no hay alternativas» no será fácil de restaurar.
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Nota: [1] Terrence McDonough, “Treaty is not a safe option but a perilous experiment”, [“El Tratado no es una opción segura sino un peligroso experimento”], The Irish Times, 16 de mayo de 2012.
Gavan Titley es profesor de medios de comunicación en la Universidad Nacional de Irlanda (UNI) en Maynooth, y coautor de The Crises of Multiculturalism: Racism in a Neoliberal Age (Zed, 2011). John O’ Brennan es director del Centro para el Estudio de una Europa Ampliada en la Universidad Nacional de Irlanda en Maynooth.
En referencia al próximo plebiscito del 31 de Mayo para aprobar o rechazar el pacto de austeridad en Irlanda espero que gane el si, por las siguientes razones:
1º Durante los años del «Tigre Celta» Irlanda vivió por primera vez en su historia una gran bonanza económica, que hizo vivir a sus habitantes muy por encima de sus posibilidades. Pero la fiesta ya se acabó y hay que pagar la factura. Las familias irlandesas deben rehacer su economía doméstica con criterios realistas.
2º La salvación de los bancos irlandeses con dinero público vació completamente las reservas de
capital del Estado, dejándolo en una posición de extrema debilidad, que llevó al rescate europeo.
Lo menos malo era dejar que aquellos bancos, contaminados por astronómicos activos tóxicos,
quebraran por su mala gestión, como en Islandia.
3º La intervención europea hizo que aumentara la prima de riesgo-país a niveles tan altos que es
muy difícil conseguir financiación para la deuda soberana, y la que se consigue es a intereses
tan elevados que la situación se vuelve insostenible.
4º A ningún pueblo del mundo le gusta la austeridad, pero en la situación económica actual de
Irlanda y otros países europeos, incluyendo España, es el camino más corto para volver a crecer.
5º Por último quiero agregar que la austeridad es un medio y no un fin en sí mismo. Es cierto que se debe ahorrar, pero también es necesario desarrollar políticas que incentiven el crecimiento económico. Debemos comprender que los gobiernos no crean puestos de trabajo, sino los agentes económicos, y para ello es imprescindible una política pragmática, donde la austeridad y el crecimiento no sean objetivos antagónicos, sino complementarios, para superar la crisis económica europea.
Pues me parece que sería bueno que el pueblo dijera no a la perversión que se está haciendo de la palabra austeridad. Siempre he tratado de ser austero en mi vida personal, pero eso no implica desatender mis necesidades básicas ni las de aquellos que puedan necesitar mi ayuda. Creo que significa no gastar en lo superfluo y eso no es de lo que se habla a nivel político cuando se habla de austeridad.
¿Vivir por encima de las posibilidades? ¡¡Pero si el sistema económico lo permitía y lo bendecía (gobierno nacional, UE, FMI, Banco Mundial….)!! ¡Cómprate casa, no seas tonto de pagar alquiler! ¡Consume todo lo que puedas, sólo así se mantiene el sistema (y algunos se llenan el bolsillo)! ¡Para que vas a usar tu dinero si te lo puede dejar el banco! ¡Cómo no cambias de coche cada 4 años!
«Se ha acabado la fiesta» ¿La de quién? ¿La de a aquellos que nunca han tenido nada y ahora todavía menos? ¿o la de aquellos que siguen ganando cantidades inmorales aun en estos tiempos?
«Hay que pagar la factura» Pero es que algunos parece que se pegan la vida pagando las facturas de los demás mientras otros van siempre invitados.
Estas políticas de «Austeridad» que nos venden son las que permiten que se entreguen cantidades ingentes de dinero público a bancos que han pagado salarios y jubilaciones inmorales, han repartido los beneficios que han querido y han invertido el dinero con el único criterio de amasar más y más dinero sin importarles quién quedaba por el camino. Parece que para esto no hay problema en dedicar dinero, pero para cosas básicas, las que afectan día a día a los ciudadanos no hay y se condena a la pobreza, a la desatención médica,etc a todo el que haga falta en nombre de la austeridad y del mercado, el nuevo dios al que ofrecer sacrificios humanos.
Pues no señor, eso no es austeridad, es otra cosa y creo que es bueno que los ciudadanos digamos NO.
Entiendo que no podamos gastar más de lo que tenemos, pero entiendo que las prioridades deben ser otras, necesitamos un cambio en la escala de valores a nivel mundial. No sé como se soluciona esto, pero no puede ser que digamos a una parte importante de la población «no te importe vivir en la calle y pasar hambre unos pocos años mientras yo tengo el dinero a salvo, que ya creceremos y podrás comer…. hasta que volvamos a caer, que te volveré a pedir lo mismo». (Estos a los ciudadanos europeos, a los africanos, suramericanos y asiáticos les decimos directamente, «necesitamos que seáis pobres para poder mantener nuestro ritmo de vida, no os lo toméis como algo personal».
Y para terminar (que ya me he alargado demasiado, perdóname Chesús) a lo mejor no es bueno que nos obsesionemos tampoco con la palabra «Crecimiento» y pensemos que ya va siendo hora de buscar alternativas más justas para todos.