Patrick Joseph O’Connell, un irlandés en la Historia del fútbol español

¿Por qué el museo del Barça tiene el busto de Patrick Joseph O’Connell?

Don Patricio jugó en el Manchester United, entrenó al Barça y acabó enamorando a la institutriz de los hijos de Alfonso XIII. Un artículo de Montero González en la revista GQ.

patrick_joseph_oconnell_1019_645xEn el museo del Barça se exhibe el busto de un futbolista irlandés; un aventurero con una historia llena de peripecias y que merece ser contada. Se trata de Patrick O’Connell, más conocido como don Patricio por estas tierras.

El tal Patricio vivió el éxito y el fracaso a la manera cervantina. Todo empezó un buen día del año 1914, durante el encuentro de Irlanda contra Escocia. En aquel partido los irlandeses jugaban con diez hombres, por culpa de la lesión de uno de ellos. Por entonces no existían los cambios en el reglamento. Si un jugador se lesionaba, ajo y agua, dicho por lo fino. Tanto es así que cuando O’Connell se rompió el brazo se lo sujetaron como pudieron para poder seguir en el campo y conseguir un empate que daría a Irlanda su triunfo por puntos. El encuentro pasaría a la historia como el partido de los nueve hombres y medio.

Al año siguiente, el amigo Patricio protagonizaría uno de los capítulos más polémicos de fútbol cuando falló un penalti a favor del Manchester United, donde jugaba por aquel entonces. El penalti de marras no lo paró el portero sino que Patricio pegó un chute tan desviado que echó la pelota fuera por muchos metros, con tan poca picardía que se descubrió el pastel. La mentira no tardó en desvelarse y se demostró que los jugadores de ambos equipos habían amañado el encuentro. Patricio O’Connell confesó su culpabilidad, quedándose fuera de la liga y, como de algo hay que vivir, se metió a currelar en la factoría Ford.

Años después aparecía en nuestras tierras, esta vez como entrenador del Racing de Santander, introduciendo una nueva visión de juego en nuestro país, anclado hasta entonces en el fútbol trasnochado. Con su técnica, que arrancaba en el centro del campo, el Racing consiguió la hegemonía durante el tiempo que don Patricio anduvo como entrenador. Más tarde vendrían el Oviedo y el Betis, llevando a este último a primera división y a su primer puesto en la liga. Viva er Beti manque gane fue la consigna. El éxito no se hizo esperar y el Barcelona fichó al amigo Patricio. Así empezaría la nueva etapa de su vida que truncó la Guerra Civil con la instrumentación política en aquellos tiempos donde la única luz era la de las llamas de los bombardeos. Años de contienda en los que el fútbol seguía siendo el deporte rey con los jugadores lejos del campo, algunos en las trincheras y otros preparados para entrar en combate. La propaganda futbolera sirvió como arma de guerra y las autoridades se pusieron al lío y montaron una gira con los equipos punteros de entonces.

Con las botas puestas salió el Barça rumbo a México y EE UU. Al frente de la expedición azulgrana figuró don Patricio. Hay que apuntar que, entre unas cosas y otras, cuando llegó a España a entrenar al Racing, el amigo Patricio conoció a la mujer de su vida, que era institutriz de los hijos de Alfonso XIII. El palacio de la Magdalena fue testigo de un romance que acabó en boda y que hizo que don Patricio olvidara sentimentalmente a su familia irlandesa, mujer e hijos, pero no económicamente, valgan los adverbios, pues siguió mandando giros. Sus hijos le conocían por fotos y le consideraban un héroe. Los jugadores azulgranas también. La heroicidad de aquella gira que organizó con el Barça le costaría a Patricio su puesto de trabajo. Por rojo.

No se sabe cómo volvería a España a entrenar, otra vez de nuevo, al Betis y al Sevilla. En todos esos años, la familia O’Connell, que vivía en Manchester, recibía sus giros postales con dinero de remite español. Un 12 de junio de 1949, en Dublín, la selección de España se enfrentó a la de Irlanda. Una vez concluido el encuentro, el hijo de Patrick O’Connell, un joven irlandés heredero de Telémaco, se acercó a la delegación española a preguntar si conocían a un tal O’Connell, futbolista que había entrenado en España. Con los datos que obtuvo, el hijo de O’Connell localizaría a su padre en Sevilla, presentándose ante él como sobrino. Lo cuenta él mismo en el relato titulado ‘Viaje a Sevilla en tercera clase’. Tal y como lo escribe, la cita fue en el parque de María Luisa y lo primero que le preguntó don Patricio a su hijo fue: «¿Qué tal el Manchester United?». Después de todo, más que un busto, este hombre merece una estatua. Sin duda.

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