Ayer, gracias a la hospitalidad de la asociación cultural La Vorágine (más que una librería, una auténtica referencia de la Santander inquieta, comprometida y rebelde), la capital de Cantabria se convirtió en el condado 33 de Irlanda. Con hermosa música irlandesa como fondo y bien regados con cerveza negra, el escritor Chesús Yuste acompañado del poeta Mariano Calvo Haya, que ejerció de presentador, se encargaron de responder con el respaldo del público asistente a la pregunta que sirvió de título a la convocatoria: «¿Por qué nos gusta Irlanda?»
Yuste empezó desvelando el mal que aquejaba a todos los presentes: el síndrome de Oisín, una enfermedad, la de los enamorados de Irlanda, que había inventado a mitad de camino entre el síndrome de Stendhal y la leyenda de Tír na nÓg, el país de la eterna juventud. Eso sí, no tiene más tratamiento que visitar la isla esmeralda de vez en cuando. Y a continuación hablaron de cultura, de libros, de música, de Historia, de semejanzas entre ambos países, de sentido del humor, de los relatos contenidos en Regreso a Innisfree…
Luego vino el contacto en la distancia corta. La firma de libros y la dedicatoria personalizada, siempre con el bolígrafo verde que identifica a Chesús Yuste desde su primera obra. Emotivo encontrarse con el legendario Nacho McKenna, un seguidor del blog Innisfree1916 desde el principio, hace casi diez años. Y especialmente emotivo dedicar un ejemplar de su primera novela, La mirada del bosque (actualmente descatalogada). Y hasta dibujó un trébol y escribió en verde Tiocfaidh ár lá en un libro recopilatorio de textos de James Connolly, padre del republicanismo socialista irlandés, que previamente había recomendado.
Sin duda, una agradabilísima velada, rodeado de una gente entrañable, que el autor estaría encantado de repetir con su próxima publicación.
Un honor y un placer conocerte al fin en persona, Chesús.
Si vuelves por esta tierra desolada no dudes en avisarme otra vez, será otro honor y otro placer.
Lo de «MacKenna» viene de que soy (fui) banjista. Me comenzaron a llamar así los del grupo con el que tocaba, la cosa se extendió y un día cometí el error de responder a ese nombre. Pá los restos…
Gracias por un acto en el que disfruté mucho.
Fue un auténtico placer y encima regado por unas pintas…¡qué más se puede pedir! Gracias