Ayer fue San Patricio. Y Alejandro Luque ha escrito este hermoso artículo en El Correo de Andalucía. Y tiene la amabilidad de mencionar a dos buenos amigos, además de a mí y al síndrome de Oisín, la enfermedad que padecemos los hibernófilos. 😉
San Patricio: no todo va a ser beber cerveza
Cada vez son más las personas que se suman a esta celebración irlandesa. Los pubs de la ciudad y las marcas cerveceras lo fomentan y agradecen
«Vamos a ganarles», apuesta Kertie, una irlandesa que se halla de luna de miel en Sevilla con su esposo, Darren. «San Patricio es un día especial para nosotros, una jornada para estar con la familia y los amigos», explican. «Y sí, es una pena venir a esta maravillosa ciudad y que esté lloviendo como en Irlanda, pero, como solemos decir, por suerte nunca llueve dentro del pub».
En efecto, el pub es para los irlandeses y para el Reino Unido en general casi un templo, y beber cerveza el rito de obligatoria observancia. De hecho, una conocida marca cervecera se encarga de promocionar especialmente este día, ha diseñado una ruta de pubs en toda la capital hispalense y reparte entre la clientela sombreros, gafas de sol y camisetas de un verde llamativo, el color distintivo de este día, aunque originalmente era el azul.
Otra pareja irlandesa, Andy y Susan, contemplan el partido anterior, Italia-Escocia, mientras dan cuenta de su segunda pinta de cerveza negra. «Yo relaciono mucho San Patricio con cantar. En casa coreamos canciones muy nuestras como The Fields Of Athenry o Cockles and Mussels. ¡Y no necsariamente después de beber mucha cerveza!», bromea.
Andrew se llama también otro joven galés que no ha querido perderse la celebración en un pub cercano a la plaza de Cuba. «Fiesta y rugby», dice en muy correcto español cuando se le pide que resuma para un español el espíritu de san Patricio. «Pero también puedes celebrarlo con un desayuno irlandés, que resucitan a un muerto: salchicha, bacon, judías, morcilla, patatas…», enumera.
Aoife y Deirdre son los exóticos nombres a los que responden dos chicas irlandesas que celebran su día con tréboles pintados en las mejillas y camisetas verdes. Se han reunido con una amiga inglesa para ver –cómo no– el rugby. Todas ellas son profesoras de inglés de una academia de Bollullos.
«No todo es beber cerveza», señala Deirdre. «San Patricio está lleno de simbología. Se conmemora al misionero que introdujo el cristianismo en Irlanda, por eso lucimos tréboles, que representan la Trinidad. También está la leyenda de que San Patricio se deshizo de todas las serpientes en Irlanda, como metáfora de los sacerdotes paganos», comenta.
Aoife, por su parte, cuenta que «en Irlanda, este es el día en que cada pueblo o ciudad celebra sus desfiles, todos los clubes preparan algo para esta jornaday suena música tradicional».
Locos por el verde
En todo caso, cada vez son más los españoles que se suman a la celebración de San Patricio, como han acabado adoptando Halloween y otras celebraciones foráneas. O directamente se vuelven locos por Irlanda: son los llamados hibernófilos, o afectados por lo que Chesús Yuste llama síndrome de Oisín, nombre de un legendario poeta irlandés. Baste decir que solo en Sevilla hay una gran cantidad de grupos que hacen música celta e irlandesa, como Wyrdamur, Petazeltas, Veteranos de las Galias o Amigos de Guinness.
El escritor y traductor Antonio Rivero Taravillo, que precisamente acaba de publicar un apasionante libro sobre Irlanda, En busca de la isla esmeralda, cree saber la explicación: «Este país ejerce un influjo inigualable entre las naciones del mundo: habrá personas que se sientan enamoradas de otros países o territorios; más que con Irlanda, imposible. Su música tradicional, sus escritores –la Feria del Libro de Sevilla de este año va a tener a Irlanda como país invitado–, la belleza de su paisaje y el peso de su trágico devenir, siempre marcado por la cordialidad y la rebeldía, son elementos atractivos que cautivan a muchos, entre ellos no pocos españoles», asevera.
«Nosotros, además, tenemos en común con los irlandeses haber luchado juntos contra Inglaterra y haber acogido aquí a militares y sacerdotes que tuvieron que abandonar su patria cuando se persiguió a la aristocracia gaélica y a la religión católica. Por no hablar de las concomitancias con regiones concretas como Galicia o Asturias que tienen su corazoncito celta», añade.
Otro gran conocedor de Irlanda, Luis Antonio Sierra, autor del libro Irlanda: Una nación en busca de su identidad, distingue dos fases en esta pasión: «La primera tiene que ver con nuestro primer contacto, nuestra primera experiencia del país. Llegar a Irlanda –tanto a la República como al Norte– supone entrar en comunión con gente que despiertan nuestra simpatía por su cercanía, su afabilidad y su vocación por alternar con los extraños ya sea en un pub, en la parada del autobús o simplemente dando un paseo. Por otra parte, la belleza de un paisaje amable, tranquilo, suele también cautivar a quien se acerca por allí», dice.
«La segunda fase», prosigue, «consiste en fomentar las sensaciones adquiridas. El virus irlandés se ha extendido por todo el cuerpo y, afortunadamente, no hay tratamiento ni cura que lo haga desaparecer. En ese momento nos convertimos en investigadores, en descubridores de una historia fascinante y trágica al mismo tiempo, en ávidos lectores de una de las tradiciones literarias más ricas de todo el mundo occidental, y, por supuesto, en fieles parroquianos de pubs donde disfrutar de una impresionante cultura popular que ha traspasado fronteras», concluye.
Mientras tanto, ajenos a estas teorías, los convocados a la cita con san Patricio siguen arracimándose en el pub a la luz del rugby televisivo, cerveza en mano. En sus gorros de propaganda se distingue un sencillo lema en inglés que tal vez sea el secreto del éxito de este día. Let’s get together!, que traducido resulta: ¡Vamos a juntarnos!