Oíche Shamhna Shona Daoibh!
(¡Feliz noche de Samhain (Halloween) a vosotr@s!)
Esta tarde, cuando caiga el sol, en el hemisferio norte se acabará el verano para quienes siguen el calendario de los antiguos celtas y comenzará Samhain. Esta noche se celebra la festividad de los muertos que abría el Año Nuevo celta. En la actualidad, esta noche en Irlanda arranca el mes de Samhain (noviembre). Que pases una buena noche de Samhain, que tengas un feliz año nuevo celta, que disfrutes con las hogueras, o con las calabazas, o pidiendo truco o trato por las casas del barrio… O que pases mucho miedo con las pelis de terror. Es Samhain, el Año Nuevo Celta. Para saber más sobre esta fiesta celta que nació en Europa y que regresa ahora desde América envuelta en consumo y diversión, os invito a recordar este post.
En esta ocasión, además de recomendaros los enlaces de Innisfree sobre el tema, aprovecho para recordar cómo en mi novela La memoria de la turba, a través de varias escenas, he recorrido los distintos perfiles de esta celebración: las tradiciones populares que los irlandeses de hoy en día (como Áine Ní Bhraonáin) han sabido conservar (y que tanto llama la atención del joven Wéi, el chino que habla irlandés); la ceremonia de la antigua religión con la que los druidas actuales (como la siempre enigmática Bríd, la mujer que habita en el bosque de Kilcolm) celebran el Samhain; o la misa cristiana por Todos los Santos (presidida por el padre Caoimhghín que pasa lista a sus fieles); pero también la fiesta callejera de Halloween donde niños y adolescentes disfrazados piden truco o trato (bajo la atenta y preocupada mirada del sargento Eoghan Duffy que tiene el presentimiento de que alguien maligno puede aprovechar este contexto propicio para cometer un crimen de verdad). Como veis, esta fiesta de ida y vuelta da mucho juego. Para abrir boca aquí tenéis una escena:
Aquella tarde era muy especial. Al esconderse el sol, para los celtas arrancaba la celebración del festival de Samhain. Terminadas ya las cosechas y acabado el verano, comenzaba el Año Nuevo celta bajo un manto de oscuridad.
Áine dejó en el alféizar interior de la ventana una vela blanca encendida. Seguía así un ritual milenario. Al caer la tarde se consideraba ya el inicio del día siguiente. Ya era entonces el primero de noviembre, un mes que en lengua irlandesa había conservado el nombre de Samhain. En aquella noche mágica se abría el portal que separaba a los vivos de los muertos. Las luces ayudaban a señalar el regreso a casa a los familiares fallecidos. Era una forma de recordarle a Niamh que la quería de vuelta y que la seguía echando de menos. Por la misma razón, dejó preparada la mesa para la cena. Puso un plato de más y sirvió en la copa el vino favorito de su amada.
No quiso olvidarse tampoco de las almas perdidas que esa noche vagarían sin rumbo. Abrió la puerta de la casa y depositó sobre la acera un plato con comida, como marcaba la tradición. En este caso, eran pasteles y bombones de chocolate. Mil años atrás habrían dejado comida de verdad, pensó la maestra, pero los tiempos habían cambiado. En la casa de enfrente también aparecían iluminadas las ventanas con el centelleo titilante de las velas. Habían añadido junto a la puerta exterior varias calabazas huecas rellenas de luz. Áine quiso ser fiel a la historia y había preparado un nabo con un carbón encendido dentro. Lo colocó junto al felpudo.
En la plaza del Mercado, habían prendido ya una gran hoguera. Centenares de vecinos, sobre todo niños y jóvenes, se concentraban en torno al fuego. Uno lanzó una silla rota. Una pareja arrastró un viejo mueble comido por termitas y con la ayuda de varios pudieron arrojarlo a las llamas. La señora Donovan siguió su propia costumbre de quemar un papel con las cosas malas que quería borrar de su vida. Los vecinos celebraban su propio Samhain en torno a aquella hoguera, cuyas llamaradas alcanzaban una altura de tres pisos.
Wéi observaba con deleite la magia del fuego. Lenguas rojas que devoraban maderas o telas entregadas al sacrificio. El paso del tiempo inexorable. El año nuevo que surgía de las cenizas del viejo. Las noches que se acortaban y los días que se iban alargando a partir de esa noche de Samhain. Su madre, Aoife, le iba explicando una vez más el significado de cuanto acontecía y los orígenes celtas de esa festividad. Su tío, en cambio, no había querido acompañarlos. Le daba vergüenza que vieran a un sacerdote católico en una ceremonia pagana.
De repente, un anciano de uniforme, con camisa azul como los extremistas del general O’Duffy, se acercó al fuego arrastrando un muñeco con un cartel donde podía leerse «Fergus Moran, traidor». Rápidamente los agentes de la Garda acudieron a interceptarlo, pero el veterano demostró estar en buena forma esquivando a los policías. Tuvieron que intervenir el alcalde y un par de vecinos para conseguir detenerlo. El sargento dio orden de identificarlo y retirarle aquella figura, casi de tamaño natural. No estaba el conflicto sobre el héroe cambiado de bando como para echar más leña al fuego, literalmente.
[Continuad leyendo en La memoria de la turba].
Reblogueó esto en El blog de Chesús Yustey comentado:
En esta ocasión, además de recomendaros los enlaces de Innisfree sobre el tema, aprovecho para recordar cómo en mi novela La memoria de la turba, a través de varias escenas, he recorrido los distintos perfiles de esta celebración: las tradiciones populares que los irlandeses de hoy en día (como Áine Ní Bhraonáin) han sabido conservar (y que tanto llama la atención del joven Wéi, el chino que habla irlandés); la ceremonia de la antigua religión con la que los druidas actuales (como la siempre enigmática Bríd, la mujer que habita en el bosque de Kilcolm) celebran el Samhain; o la misa cristiana por Todos los Santos (presidida por el padre Caoimhghín que pasa lista a sus fieles); pero también la fiesta callejera de Halloween donde niños y adolescentes disfrazados piden truco o trato (bajo la atenta y preocupada mirada del sargento Eoghan Duffy que tiene el presentimiento de que alguien maligno puede aprovechar este contexto propicio para cometer un crimen de verdad). Como veis, esta fiesta de ida y vuelta da mucho juego. Para abrir boca aquí tenéis una escena:
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