La provincia británica de Irlanda del Norte ha acogido con una mezcla de alivio y resignación la noticia del acuerdo al que han llegado el pasado jueves el Reino Unido y la Unión Europea (UE) para definir su futura relación tras el Brexit. Desde el comienzo de este divorcio, la región ha sido una pieza clave del proceso negociador, pues Londres debía asegurar que su salida del bloque y del mercado único no provocaría el restablecimiento de una frontera dura entre las dos Irlandas, clave para sus economías y el proceso de paz, según informa la agencia EFE.
Además, la mayoría de los norirlandeses, como los escoceses, votaron en contra del Brexit en el referéndum de 2016, en reconocimiento de los beneficios que reportó a la región la pertenencia a la UE para, entre otros asuntos, acabar con el conflicto armado.
La primera ministra norirlandesa y líder del probritánico Partido Democrático Unionista (DUP), Arlene Foster, ha declarado que el pacto marca el «comienzo de una nueva era» en las relaciones «entre el Reino Unido y la UE» y entre «Irlanda del Norte e Irlanda». También indicó que un «acuerdo comercial» entre Londres y Bruselas «siempre ha sido la mejor solución para Irlanda del Norte», pues la región estaba ya sujeta a las condiciones del llamado Protocolo Irlandés, incluido en el Acuerdo de Salida que entró en vigor el pasado febrero.
Este mecanismo de seguridad establece que Irlanda del Norte, con o sin acuerdo pos-Brexit, iba a seguir alineada en ciertas áreas con las normas del mercado único y la unión aduanera, a fin de mantener abierta la frontera con el sur. De esta manera, los controles sobre los bienes que pasen de Gran Bretaña (Escocia, Gales e Inglaterra) hacia el mercado interior comunitario se efectuarán en los puertos de entrada a Irlanda del Norte, lejos de la barrera terrestre de la República de Irlanda.
Para los unionistas del protestante DUP, esta medida protege la frontera, pero concede a la región un estatus diferente al del resto del Reino Unido, lo que, en su opinión, pone en peligro su preciada relación con la corona británica.
No en vano, el Sinn Féin, antiguo brazo político del ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA) y socio del DUP en el Gobierno de poder compartido de Belfast entre católicos y protestantes, ve el Brexit como un caballo de troya para avanzar en su objetivo histórico de reunificación de Irlanda. Su presidenta, Mary Lou McDonald, afirmó hoy que el acuerdo es «un gran alivio», pero recordó que «ningún Brexit es bueno» para la isla de Irlanda e instó a la ciudadanía a que «empiece a planificar su futuro». Una referencia, sin duda, a la posibilidad de que Londres acepta convocar un referéndum sobre la reunificación, tal y como prevé, si se dan las condiciones, los acuerdos de paz de 1998.
El Partido Socialdemócrata y Laborista (SDLP, nacionalista moderado) también opinó hoy que la «conclusión de un acuerdo comercial» no «podrá deshacer el enorme daño» que ha causado el Brexit a «la ciudadanía, los negocios y las comunidades» de la provincia. Como sus socios del Sinn Féin en el Ejecutivo, el líder del SLDP, Colum Eastwood, advirtió de que este divorcio «abrirá un debate muy serio sobre el futuro», de nuevo en referencia a la reunificación irlandesa.
La cuarta fuerza política norirlandesa, el Partido Unionista del Ulster (UUP), hegemónica desde la formación de Irlanda del Norte y durante todo el pasado conflicto, indicó que hoy «no hay motivos de celebración». «Hemos logrado la opción menos mala para todo el conjunto del Reino Unido. Pero Irlanda del Norte tendrá ahora una frontera en el mar de Irlanda (con Gran Bretaña), con multitud de barreras no arancelarias desde el 1 de enero. No hay nada histórico en ello», señaló el líder del UUP, Steve Aiken.